Josefina, humilla y la humillan
Ya es de todos sabido el terrible episodio que pasó nuestra querida Chepina (Chupina le dicen algunos… vayan ustedes a saber por qué), el pasado domingo mientras tomaba protesta como candidata del PAN a la Presidencia de la República. Muchos ya veían venir lo que ocurrió ese día mientras que a otros, los menos, los tomó por sorpresa, a mí ni muy muy ni tan tan, o como dijera aquél gran presidente mexicano, Luis Echeverría (¿notaron todos la ironía?), “ni sí ni no, sino todo lo contrario”.
La verdad no pensaba que le pudiera ir tan mal en el evento, total, ¿qué tanto puede influir que el presidente de su partido no la quiera ni tantito porque su delfín era Ernesto “Mr. Bean” Cordero? En política, los intereses personales siempre pasan a segundo plano con tal de sacar adelante los del partido y más allá, los de la ciudadanía (hoy vengo de un filoso que ¡agárrense!). Sin embargo, cuando me enteré de las condiciones bajo las cuales fueron acarreados, digo, cordialmente invitados, los militantes y simpatizantes panistas al evento del domingo y de cómo estuvieron dos horas esperando bajo el calcinante sol capitalino que asomaba a esas horas, me dije “yo también me hubiera parado en el momento en que Chepina comenzara a dar su discurso”.
La actitud de los asistentes, ya para entonces, no me extrañó. Josefina los humilló con su displicencia al más puro estilo de “si quieren azul celeste, que les cueste”, y se olvidó que todos quienes estaban ahí medio llenando el Estadio Azul son parte de esa ciudadanía a quien todavía tiene que convencer de votar por ella y, por supuesto, le dieron un trago de su propio, y muy amargo, chocolate (¡toma-chango-tu-banana!).
El partido y la candidata se olvidan de que no la tienen comprada, es más, se olvidan de sus propios principios doctrinales, pues el principal de ellos es la dignidad de la persona. No cabe duda, empiezan mal y de malas la campaña electoral. ¡A ver si alguien llega y se anima a salvarlos de ellos mismos!
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